La historia del Señor de los Milagros nos dice de este cuadro prodigioso. Es que en realidad es el amor de Dios en cada alma, la única historia que, aunque siempre renovada, es imposible transcribir.Recogemos, sin embargo, una reseña histórica que el Padre F. Juan Manuel de Olmedo presenta en su ROGATIVA AL SEÑOR DE LOS MILAGROS, editado en Lima el año 1849. Dice así:"En el año de 1651 en el valle llamado entonces Pachacamilla, había una cofradía de negros angolas: con tabiques sin cimientos, antes sí pasada de salitre por la humedad de una acequia contigua; uno de aquellos negros, de cuyo nombre no consta, sin saber pintar, pintó las imágenes de nuestro Señor Jesucristo Crucificado, de sus Santísima Madre y de Santa María Magdalena. La de nuestro Señor salió tan perfecta como hoy se mira: las otras dos no, y han necesitado retocarse.Con el temblor del tres de noviembre de 1655, se removió toda la referida cofradía, a excepción de la pared en que estaban dichas imágenes sagradas, y pasados diez y seis años en que no tuvo culto alguno la de Cristo vida nuestra, sin embargo de conservarse ilesa de lluvias, soles, moscas y otros insectos provenidos de un canal inmediato, Andrés de León, vecino de aquel barrio, comenzó a darle culto con una pobre ramada, un poyo o grado de adobes al pie donde ponía sus flores y velas. Su Majestad divina le pasó este obsequio, sanándole de un chancro irremediable.A este primer devoto siguieron no pocos vecinos, atraídos de los milagros que experimentaban; y vinieron a entablar los viernes en las noches un Miserere con música y algunas lamentaciones tiernas.Por el desorden del concurso nocturno de los sexos, a instancia de D. José Laureano de Mena, cura de S. Marcelo, a quien tocaba el distrito, los dos tribunales, eclesiástico y secular, mandaron borrar las imágenes: pero viniéndose al hecho, no lo permitió el Señor. El pintor cayó desmayado de la escalera, poseído de temor. Repitió la subida de la escalera y le quedó el brazo sin acción, advirtiendo entre tanto que la imagen del Señor se ponía cada instante más hermosa y la corona más verde.Dejóse, pues, la idea de borrarle por esto y porque de repente se oscureció el hemisferio, como si fuese una noche lóbrega, siendo aún las cuatro de la tarde y hubo un aguacero grande.Con estas demostraciones extraordinarias de nuestro Señor se comenzó a pensar acerca de su imagen de otro modo. Se dispuso mejor darle culto en otra capilla pobre, cercada de esteras, donde el catorce de setiembre del mismo año se cantó la primera misa asistiendo a ella el Excmo. Sr. Conde de Lemus, Virrey, Tribunales y todas las sagradas Religiones.Siendo preciso encajonar el tabique y darle los cimientos que no tenía, Fr. Diego Maroto dominicano y Manuel de Escobar, diestros alarifes, aseguraron no poder haberse conservado en pie aquél edificio sin un milagro. Al elevarse a alguna más altura para poderle hacer delante mesa de altar, los otros adobes se desunieron y desplomaron, menos los que ocupaban la pintura de nuestro Señor, que quedaron unidos como si fuesen de una pieza.Con este culto prosiguió la devoción hasta el año de 1686 en que Sebastián de Antuñano y Rivas, natural de Vizcaya, movido de amor a nueve años antes había fundado un colegio o beaterío de nazarenas, entró en posesión de este lugar, dejando el que tenía en la calle de Monserrat. A su cuidado corrió el inmediato culto y al del devoto Antuñano la asistencia en gastos. De esta forma pasaron los años hasta el 1730 en que se erigió el beaterío de Nazarenas en Monasterio con clausura y aprobación de su instituto por el Señor Benedicto decimotercio…"Su Majestad, quiso servirlo toda su vida en esta santa Imagen, y para ella compró todo el sitio de la capilla y sus adyacentes Nuestro Señor que le había inspirado esta primera acción, le inclinó a la segunda que fue la donación que hizo a la Madre Antonia Lucía del Espíritu Santo, de todo, hasta de su misma persona, para servir en calidad de limosnero al culto de esta Imagen.Así lo cumplió hasta su muerte.El año 1746 azotó a Lima uno de los más horrorosos de su historia. La tierra tembló hasta que el Señor salió a recorrer las calles y desde entonces aumentó la fe del pueblo en la milagrosa imagen del "Señor de los Milagros".Hasta aquí lo que nos cuenta la historia, un tanto mezclada de esa leyenda que el amor sabe poner en las cosas para embellecerlas con su encanto.Así como en Lima, y en Trujillo, como en otras ciudades del Perú, se venera la imagen del Señor de los Milagros, manifestación de la fe católica centrada en Cristo Jesús.